Libertad de Movimiento: ¿Por qué la inmigración pertenece a la conversación sobre la movilidad?

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Por Ruth Rosas

Cuando pensamos en la accesibilidad para peatones, a menudo nos enfocamos en el entorno físico: las calles, los espacios públicos y las comodidades que hacen que caminar y andar en bicicleta sea seguro y accesible. Sin embargo, para aquellos que se sienten expuestos o inseguros debido a la intolerancia, el acoso o las amenazas de violencia, se les niega la posibilidad de caminar. En esta serie de blogs (lea nuestra introducción aquí), exploramos las formas en que los factores sociales, culturales, económicos y políticos afectan el derecho de todas las personas a moverse con libertad y seguridad en sus comunidades.

La justicia de movilidad es un marco que examina y busca abordar las inequidades históricas y actuales de transporte e infraestructura que afectan de manera desproporcionada a las comunidades marginadas. America Walks apoya una visión de un mundo arraigado en la justicia social donde las personas se sientan seguras en las calles y puedan construir vidas experimentando la alegría plena del movimiento y la comunidad, independientemente de sus identidades. Creemos que esto es esencial para promover la salud, el bienestar y el éxito de nuestras comunidades.

Imagina salir a pasear para despejarte, tomar el autobús o tomar un café con amigos, solo para que te detengan, te interroguen y te vigilen simplemente por ser quien eres. Tu color de piel, tu ropa e incluso el barrio en el que vives se convierten en motivo de sospecha. La discriminación racial en el ámbito público no es nueva, pero sigue siendo una amenaza poco reconocida para la seguridad, la movilidad, la libertad y la pertenencia.

Para inmigrantes, refugiados y solicitantes de asilo, hay mucho más en riesgo. Ir al trabajo o ir a la tienda puede significar un encuentro con la policía y la amenaza de detención, deportación y separación de tu familia, seres queridos y la vida que has construido. Incluso cruzar la calle puede parecer peligroso. A medida que las ciudades siguen castigando cruzar la calle de forma imprudente, con especial atención a los peatones afrodescendientes y racializados, las consecuencias de una multa por cruzar la calle de forma imprudente no es solo una multa, sino un antecedente que podría utilizarse para demostrar que estabas en un lugar donde no debías estar.

Una pequeña barrera separa a México, densamente poblado, de los Estados Unidos en la frontera.
Una pequeña barrera separa a México, densamente poblado, de los Estados Unidos en la frontera.

La movilidad no se trata solo de aceras, ciclovías protegidas o límites de velocidad. También se trata de si las personas pueden vivir en público sin miedo. Para los inmigrantes, su presencia en un espacio público los hace  un blanco, por lo que la inmigración debe formar parte de la conversación sobre la movilidad.

Barreras a la movilidad básica de los inmigrantes

Este temor no es hipotético. Tiene sus raíces en las experiencias vividas por millones de inmigrantes en Estados Unidos. Para los inmigrantes, la capacidad de moverse con libertad, seguridad y económicamente no está garantizada. Al buscar trabajo, vivienda, atención médica y comunidad, las políticas de exclusión restringen severamente sus oportunidades y, finalmente, su calidad de vida. Cada viaje que realizan, ya sea a pie, en autobús, tren, bicicleta o coche, conlleva un riesgo.

Los espacios públicos como parques, aceras, plazas y paradas de transporte público están diseñados para todos, pero “todos” tienen sus condiciones: ¿Te perciben como rico? ¿Blanco? ¿Limpio? ¿Obediente? ¿Tranquilo? Los mismos comportamientos que se celebran en comunidades blancas y prósperas, como correr con una sudadera con capucha o escuchar música, suelen ser criminalizados en las comunidades de personas racializadas e inmigrantes. Estos incidentes no son aislados; son patrones sistémicos moldeados por una larga historia de vigilancia policial de ciertas comunidades.

Piensa en cómo podrías menospreciar el transporte. Quizás puedas moverte por el mundo libremente de una manera que millones de inmigrantes no pueden. Para muchos de nosotros, perder un autobús o ser detenido por la policía puede ser un inconveniente, pero para algunos, estos momentos rutinarios tienen consecuencias que cambian la vida. El miedo a estos encuentros obliga a los inmigrantes a mantenerse en la sombra, limitar su movilidad y sacrificar oportunidades para protegerse a sí mismos y a sus familias.

Una parada de autobús con luz azul oscura y dos personas sentadas en un banco, esperando.

Muchos inmigrantes dependen del autobús, el tren, caminar y andar en bicicleta porque no pueden obtener una licencia para conducir. Sin embargo, depender de estos medios de transporte puede aumentar la vulnerabilidad en estos espacios públicos. Caminar y andar en bicicleta no siempre es más seguro, y las leyes contra cruzar la calle de forma imprudente, las multas por andar en bicicleta y el exceso de vigilancia policial en inmigrantes y comunidades racializadas implican que el simple hecho de estar en el espacio público puede ser un riesgo.

El movimiento como supervivencia

Para los refugiados y solicitantes de asilo, la movilidad es una cuestión de supervivencia. Tras huir de la violencia y la persecución, muchos ven restringido su derecho a desplazarse dentro de Estados Unidos. Muchos llegan sin acceso a un coche ni a una licencia de conducir, con escasos ingresos para el transporte, con poca o ninguna información en su idioma sobre cómo navegar en su comunidad y con opciones limitadas de trabajo, educación, atención médica o conexiones comunitarias. La movilidad es lo que les permite acudir a las audiencias judiciales, acceder a los servicios y comenzar a reconstruir lo perdido. Sin la posibilidad de moverse libremente, siguen siendo vulnerables.

Los refugiados afrodescendientes, racializados y visiblemente musulmanes son frecuentemente blancos de persecución en la calle, en el transporte público y en los controles de tráfico, no por infracciones, sino porque son percibidos como fuera de lugar, amenazantes o sospechosos. La experiencia de hipervigilancia, discriminación racial y hostilidad en espacios públicos a menudo los deja en situaciones de vulnerabilidad. Dado que algunos viven en zonas rurales y suburbanas prácticamente sin transporte público, dependen de otros para desplazarse o permanecen completamente aislados.

Una protesta llena de gente. En el centro se ve a una persona con el puño en alto y a otra con un letrero de Black Lives Matter.

Al día de hoy, ni siquiera el estatus legal garantiza la seguridad. Los inmigrantes con visas de trabajo, de estudiante o de visitante, así como residentes permanentes, pueden ser vigilados, detenidos o se les puede revocar su estatus legal por asistir a una marcha, denunciar una injusticia o hacerse visible en el momento inoportuno. Cuando la legalización se condiciona al silencio y la invisibilidad, revela un sistema migratorio que no se basa en la seguridad, la justicia ni la democracia, sino que utiliza la legalidad como arma de control.

Vigilancia de espacios públicos

La ley de inmigración es implacable. Incluso una infracción menor —un encuentro con la policía, agentes de ICE u otras autoridades — puede utilizarse como justificación para la detención, la deportación o la denegación de la renovación del estatus migratorio. Esta realidad obliga a los inmigrantes a vivir en constante vigilancia, evitando estar en público o buscar ayuda cuando sufren algún daño. Este miedo se extiende más allá de la movilidad diaria; silencia a los inmigrantes. Al asistir a marchas o hablar públicamente sobre injusticias se convierte en motivo de venganza, los pilares fundamentales de nuestro derecho democrático a la participación cívica y a la disidencia dejan de estar protegidos.

En los últimos años, el aumento de la retórica antiinmigrante ha conllevado una peligrosa normalización del lenguaje deshumanizante. Etiquetar a las personas como «ilegales», «invasores» o «criminales» no solo es ofensivo, sino estratégicamente justifica el comportamiento agresivo hacia los inmigrantes. Deshumanizar a los inmigrantes socava la garantía constitucional de igualdad de protección para todas las personas dentro de las fronteras estadounidenses, no solo para los ciudadanos. Estereotipar a los inmigrantes como delincuentes es falso y profundamente racista, y alimenta políticas que criminalizan a comunidades enteras basadas en su identidad.

Todas «las personas», independientemente de su estatus migratorio o de ciudadanía, tienen derecho al debido proceso bajo la Quinta y Decimocuarta Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, incluyendo el derecho a una audiencia justa, representación legal y protección contra la detención arbitraria. Sin embargo, muchas prácticas actuales de control migratorio, como las deportaciones aceleradas, las detenciones prolongadas sin audiencias y las redadas masivas, violan directamente estos principios y contradicen la idea fundamental de que todas las personas merecen un proceso justo antes de ser obligadas a abandonar el país.

El camino hacia delante

Como una voz nacional para la construcción de espacios públicos que permitan a las personas caminar y desplazarse con seguridad, America Walks sabe que las conversaciones sobre justicia de movilidad deben incluir a quienes se les niega la libertad de movimiento. Hoy en día, a las personas se les niega la posibilidad de desplazarse con seguridad únicamente por su apariencia, su procedencia y la percepción que se tiene de ellas.

La justicia de movilidad requiere que enfrentemos la vigilancia policial y la xenofobia arraigada en nuestros sistemas de transporte. Exhorta a que dejemos de exigir a las personas que demuestren su valor para poder moverse sin miedo. Significa reconocer que nuestras calles, aceras y paradas de autobús no son neutrales, sino políticas. Quién puede usarlas de forma segura y sin castigo, y quién es objeto de discriminación y exclusión, está determinado por los sistemas de poder.

El transporte y la inmigración son inseparables. Si la movilidad es un derecho, entonces ese derecho debe aplicarse a todas las personas, independientemente de su identidad. Esto significa negarse a que el lenguaje deshumanizante defina las políticas públicas, defender el debido proceso para todxs y garantizar la igualdad de protección ante la ley. Porque hasta que todxs podamos movernos con seguridad y libertad, nadie será verdaderamente libre.

A través de nuestras campañas como Libertad de Movimiento, Comunidades Sobre Carreteras y Semana Sin Conducir, apoyamos los sistemas de transporte seguros, equitativos, accesibles y conectados para todxs. Únase a nosotros para construir calles y aceras donde todxs puedan circular con libertad, seguridad y sin miedo.

Para quienes buscan recursos para la comunidad inmigrante:

Si se perdió los artículos anteriores de esta serie, puede encontrarlos aquí.

Los derechos de los inmigrantes forman parte de la conservación del transporte, y la libertad de movimiento es un derecho que todos debemos proteger. Únete a America Walks y alza tu voz firmando nuestra petición y contactando a tus legisladores.